Diario de Santa Faustina, 197
Oh Iglesia de Dios, tú eres la mejor madre, solo tú sabes educar y hacer crecer al alma. Oh, cuánto amor y cuánta veneración tengo para la Iglesia, la mejor de las madres.
Diario de Santa Faustina, 196;1
Cierta persona se propuso como tarea ejercitarme de distintos modos en la virtud. Un día me detuvo en el pasillo y empezó por decirme que no tenía por qué llamarme la atención, no obstante me mandó estar de pie durante media hora enfrente de la pequeña capilla y esperar a la Madre Superiora, y cuando aquella regresara después del recreo, inculparme de diversas cosas, que ella me dijo para que me acusara de ellas. (…)
Diario de Santa Faustina, 195;3
(…) Jesús, cuando yo misma no puedo cantarte el himno del amor, admiro el canto de los serafines, tan amados por Ti. Deseo, como hacen ellos, ahogarme en Ti. A tal amor nada puede detenerlo, porque ninguna fuerza tiene poder sobre él. Él se parece a un relámpago que ilumina la oscuridad, pero no se queda en ella. Oh Maestro mío, Tú Mismo modela mi alma según Tu voluntad y Tus proyectos eternos.