Diario de Santa Faustina, 196; 2
(…) Aunque en el alma no tenía la menor idea de eso (de esas faltas), no obstante obedecí y esperé media hora a la Superiora. Cada hermana que pasaba a mi lado, miraba sonriendo. Al haberme acusado frente a la Madre Superiora, me mandó al confesor. (…)
No hay comentarios:
Publicar un comentario