Del Diario de Santa Faustina, 57
Oh, mi Jesús, Tú eres la vida de mi vida, Tú sabes bien que lo único que deseo es la gloria de Tu nombre y que las almas conozcan Tu bondad. ¿Por qué las almas Te evitan, oh Jesús?, no lo entiendo.
lugar, por justos motivos que no puedo nombrar, empecé a pedir al
ángel que se contuviera por algún tiempo y el mundo haría penitencia. Pero mi
suplica era nada comparada con la ira de Dios. En aquel momento vi a la
Santísima Trinidad. La grandeza de su Majestad me penetró profundamente y no me
atreví a repetir la plegaria. En aquel mismo instante sentí en mi alma la
fuerza de la gracia de Jesús que mora en mi alma; al darme cuenta de esta
gracia, en el mismo momento fui llevada delante del trono de Dios. (..) Me puse
a rogar a Dios por el mundo con las palabras que oí dentro de mi.