Diario de Santa Faustina, 196;3
(…) cuando me acerqué a la confesión, el sacerdote se dio cuenta en seguida de que eso era algo que no procedía de mi alma, y que yo no tenía la menor idea de aquellas cosas y se extrañó de que aquella persona hubiera podido decidirse a dar tales órdenes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario