Diario de Santa Faustina, 195;3
(…) Jesús, cuando yo misma no puedo cantarte el himno del amor, admiro el canto de los serafines, tan amados por Ti. Deseo, como hacen ellos, ahogarme en Ti. A tal amor nada puede detenerlo, porque ninguna fuerza tiene poder sobre él. Él se parece a un relámpago que ilumina la oscuridad, pero no se queda en ella. Oh Maestro mío, Tú Mismo modela mi alma según Tu voluntad y Tus proyectos eternos.
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