Diario de Santa Faustina, 195; 2
(…) Hay horas enteras en las cuales Te adoro, oh Pan Vivo, entre una gran aridez del alma. Oh Jesús, Amor Puro, no necesito consolaciones, me alimento de Tu voluntad, oh Soberano. Tu voluntad es el fin de mi existencia. Me parece que el mundo entero está a mi servicio y depende de mí. Tú, oh Señor, comprendes mi alma en todas sus aspiraciones. (…)
No hay comentarios:
Publicar un comentario