25 de noviembre de 2021

Diario de Santa Faustina,  112; 12

 

 (…) En cuanto a mí, después de muchas experiencias, cuando me di cuenta de no ser comprendida, no revelaba mi alma y no turbaba mi tranquilidad. Esto sucedió (revelar su alma) solo desde el momento en que todas estas gracias estaban bajo el juicio del confesor con discernimiento, instruido y con experiencia. Ahora sé como comportarme en ciertos casos.

 


 

 

24 de noviembre de 2021

Diario de Santa Faustina,  112; 10

 

(…) Pero estas pequeñas cosas tienen una gran importancia en la aspiración hacia la santidad y el confesor no las puede menospreciar. La paciencia y la benevolencia del confesor abren el camino a los más profundos secretos del alma. El alma casi inconscientemente revela la profundidad abismal y se siente más fuerte y más resistente, ahora lucha con más valor, hace más esfuerzos, porque sabe que debe rendir cuenta de ello. (…)

 


 

23 de noviembre de 2021

Diario de Santa Faustina, 112; 9

 

 (…) De ciertas almas Dios exige una gran pureza, pues les envía un conocimiento más profundo de la miseria. Iluminadas con la luz de lo alto, conocen mejor lo que agrada a Dios y lo que no le agrada. El pecado es según el conocimiento y la luz del alma, lo mismo las imperfecciones, aunque ella sabe que lo que se refiere estrictamente al sacramento es el pecado. (…)

 


 

 

22 de noviembre de 2021

Diario de Santa Faustina, 112; 8

 

 (…) La tercera cosa es que a veces el confesor da poca importancia a las cosas pequeñas. En la vida espiritual no hay nada pequeño. A veces, una cosa aparentemente pequeña descubre algo de gran importancia, y para el confesor es un haz de luz para conocer al alma. Muchos matices espirituales se esconden en cosas pequeñas. No se levantará jamás un magnífico edificio si tiramos los ladrillos pequeños. (…)

 


 

 

21 de noviembre de 2021

Diario de Santa Faustina,  112; 7

 

(…) Expresaré mejor esto con las palabras de que el confesor es el médico del alma, y, ¿cómo el médico, sin conocer la enfermedad, puede dar una medicina apropiada? Nunca. Porque no tendrá ningún efecto deseado, o le recetará demasiado fuerte y agravará la enfermedad y a veces, Dios no lo quiera, puede provocar la muerte, porque es demasiado fuerte. Lo digo por experiencia, que en algunos casos fue Dios Mismo que me sostenía. (…)