Diario de Santa Faustina, 112; 8
(…) La tercera cosa es que a veces el confesor da poca importancia a las cosas pequeñas. En la vida espiritual no hay nada pequeño. A veces, una cosa aparentemente pequeña descubre algo de gran importancia, y para el confesor es un haz de luz para conocer al alma. Muchos matices espirituales se esconden en cosas pequeñas. No se levantará jamás un magnífico edificio si tiramos los ladrillos pequeños. (…)
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