21 de noviembre de 2021

Diario de Santa Faustina,  112; 7

 

(…) Expresaré mejor esto con las palabras de que el confesor es el médico del alma, y, ¿cómo el médico, sin conocer la enfermedad, puede dar una medicina apropiada? Nunca. Porque no tendrá ningún efecto deseado, o le recetará demasiado fuerte y agravará la enfermedad y a veces, Dios no lo quiera, puede provocar la muerte, porque es demasiado fuerte. Lo digo por experiencia, que en algunos casos fue Dios Mismo que me sostenía. (…)

 


 

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