Diario de Santa Faustina, 128;3
(…) Sin embargo, trataba como podía hacer todo con la intención más pura posible. Veo que soy vigilada en todas partes como un ladrón: en la capilla, cuando hago mis deberes, en la celda. Ahora sé que además de la presencia de Dios tengo siempre la presencia humana; de verdad, más de una vez esta presencia humana me molestó mucho.(…)