Diario de Santa Faustina, 125; 2
(…) Una de las hermanas vino para hablar conmigo en privado. Y se puso a compadecerme. Me dice: "Oigo hablar que usted, hermana, es una exaltada, que tiene algunas visiones. Pobre hermana, defiéndase de ello". Fue sincera aquella alma y lo que había oído me lo dijo con sinceridad. Pero tuve que oír cosas semejantes todos los días. Solamente Dios sabe cuánto eso me atormentaba.
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