Diario de Santa Faustina, 112; 2
(…) Este asombro suyo pone en alarma a un alma sutil, y advierte que el confesor está indeciso en expresar su opinión; y si el alma nota esto, no se tranquiliza, sino que tiene aún más dudas después de la confesión, porque siente que el confesor la tranquiliza, pero él mismo no está seguro. (…)