Diario de Santa
Faustina, 111
Cuando en estos tormentos del alma trataba de acusarme en la confesión de los detalles más pequeños, aquel sacerdote se extrañó de que no cometía faltas más graves y me dijo: "Si en estos tormentos, hermana, usted es tan fiel a Dios, esto ya me da prueba de que Dios la sostiene con su gracia particular y si usted no lo entiende, no se preocupe". Es extraño, sin embargo, que en estas cosas los confesores no pudieran ni comprenderme ni tranquilizarme, hasta el encuentro con el Padre Andrasz y luego con el Padre Sopocko.
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