Diario de Santa Faustina, 112; 4
(…) Según mi parecer, en estos momentos de visitas especiales de Dios en el alma, si el sacerdote no la entiende, debería referirla a un confesor con experiencia y conocimiento, o él mismo adquirir luces para dar al alma lo que ella necesita, y no rehusarle simplemente la confesión, porque de este modo la expone a un gran peligro y más de un alma puede abandonar el camino, en el cual Dios quería tenerla de modo particular.
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