Diario de Santa Faustina, 213; 3
(…) Ya unos días antes pedía incesantemente al Señor la luz para el sacerdote que iba a confesarme, para que él decidiera de una vez, categóricamente, sí o no, y yo pensaba: "Estaré tranquila una vez por todas". Pero estaba preocupada si alguien quisiera escuchar todas esas cosas (si el sacerdote quisiera escucharla). Sin embargo, decidí no pensar nada en eso, y tener toda la confianza en el Señor. Me resonaban esas palabras: "Durante los ejercicios espirituales".