Diario de Santa Faustina, 122; 3
(…) Estas gracias de Dios empezaron a ser para mí un gran sufrimiento. Más de una vez dije directamente al Señor: "Jesús, tengo miedo de Ti, ¿no eres acaso algún fantasma?". Jesús siempre me tranquilizaba, pero yo siempre desconfiaba. Una cosa extraña, cuanto más yo desconfiaba, tanto Jesús me daba más pruebas de que Él era el autor de estas cosas.
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