Diario de Santa Faustina, 122;1
Cuando me descubrí a las Superioras, una de ellas conoció mi alma y el camino por el cual Dios quería conducirme. Siguiendo sus indicaciones, empecé a avanzar rápidamente en el camino de la perfección. Sin embargo eso no duró mucho tiempo. Al descubrir mi alma más a fondo, no recibí lo que deseaba y a la Superiora estas gracias le parecieron inverosímiles, así que ya no pude obtener nada de ella. (…)
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