Diario de Santa Faustina, 121; 4
(…) A menudo llenaban mi alma de dudas y algunas veces mi alma se asustaba de por sí, al pensar que después de todo yo era una ignorante, no entendía muchas cosas y menos todavía las cosas espirituales. No obstante, cuando las dudas aumentaban, buscaba luz en un confesor o en las Superioras. Pero no obtenía lo que deseaba.
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