Diario de Santa Faustina, 102; 2
(…) La Maestra se dio cuenta inmediatamente del estado de mi alma, me habló de la inconcebible misericordia de Dios y dijo: "No se preocupe por nada, hermana, se lo ordeno en virtud de la santa obediencia." Y continuó: "Ahora veo que Dios la llama a una gran santidad, el Señor la desea tener cerca de sí, permitiendo estas cosas, tan pronto. Sea fiel a Dios, hermana, porque esto es señal de que la quiere tener en lo alto del cielo." Pero yo no entendí nada de estas palabras.
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