Diario de Santa Faustina, 228; 4
(…) Con la confianza y la sencillez de un niño pequeño, me entrego a Ti, Señor Jesús, mi Maestro; Te dejo una libertad absoluta de guiar mi alma. Guíame por los caminos que Tú quieras; no voy a averiguarlos. Te seguiré confiada. Tu Corazón misericordioso lo puede todo.
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