Diario de Santa Faustina, 102; 1
Después de un largo momento, al entrar en la celda una de las hermanas me encontró casi muerta. Se asustó y fue a la Maestra que en virtud de la santa obediencia me ordenó levantarme y en seguida sentí las fuerzas físicas y me levanté del suelo, temblando toda. (…)