Del Diario de Santa
Faustina, 302
Oh Amor Eterno, deseo que Te conozcan todas las almas que has
creado. Desearía hacerme sacerdote, para hablar incesantemente de Tu
misericordia a las almas pecadoras, hundidas en la desesperación. Desearía ser
misionero para llevar la luz de la fe a los países salvajes para darte a
conocer a las almas y morir en el martirio, sacrificada por ellas como Tú has
muerto por mí y por ellas. Oh Jesús, sé perfectamente que puedo ser sacerdote,
misionero y predicador, puedo morir en el martirio anonadándome totalmente y
negándome a mí misma por el amor hacia Tí, Jesús, y hacia las almas inmortales.
Un gran amor sabe transformar las cosas pequeñas en cosas grandes y solamente
el amor da valor a nuestras acciones; y cuanto más puro se hace nuestro amor,
tanto menos tendrá por destruir en nosotros el fuego del sufrimiento, y el
sufrimiento dejará de serlo para nosotros. Se convertirá en un gozo. Con la
gracia de Dios he recibido ahora esta disposición del corazón, de que nunca
estoy tan feliz como cuando sufro por Jesús, al que amo con cada latido de mi
corazón.
