Del Diario de Santa Faustina, 872 y
873
Durante la Hora Santa el Señor me
concedió experimentar su Pasión. Compartí la amargura de la Pasión de la que
estaba colmada su alma. Jesús me dio a conocer como el alma debe ser fiel a la
oración, a pesar de las tribulaciones y la aridez y las tentaciones, porque de
tal plegaria en gran medida depende a veces la realización de los grandes
proyectos de Dios; y si no perseveramos en tal plegaria, ponemos impedimentos a
lo que Dios quiere hacer a través de nosotros o en nosotros. Que cada alma
recuerde estas palabras: Y encontrándose en una situación difícil, rogaba más
tiempo. Yo prolongo siempre tal oración por cuanto me es posible y compatible
con mis deberes.
En la mañana del viernes cuando iba a la
capilla a la Santa Misa, de repente vi en la vereda una gran mata de enebro y
en ella un gato horrible que mirándome con maldad me impedía pasar a la
capilla. Una sola invocación del nombre de Jesús y todo desapareció. Ofrecí un
día entero por los pecadores agonizantes. Durante la Santa Misa sentí de manera
particular la cercanía del Señor. Después de la Santa Comunión miré con
confianza al Señor y le dije: Jesús, deseo mucho decirte una cosa, y el Señor
me miró con amor y dijo: ¿Y qué es lo que quieres decirme? Jesús, Te pido por
el inconcebible poder de Tu misericordia que todas las almas que mueran hoy
eviten el fuego infernal, aunque fuesen los pecadores más grandes; hoy es
viernes, el memorial de Tu amarga agonía en la cruz; como Tu misericordia es
inconcebible, los ángeles no se sorprenderán. Y Jesús me abraza a su Corazón y
dijo: Hija (247) amada, has conocido bien el abismo de Mi misericordia. Haré
como lo pides, pero no dejes de unirte continuamente a Mi corazón agonizante y
satisfaz Mi justicia. Debes saber que Me has pedido una gran cosa, pero veo que
te la ha dictado el amor puro hacia Mí, por eso satisfago tu petición.