Diario de Santa Faustina, 871
Oh Maestro mío, haz que mi corazón no espere la ayuda de nadie, sino que trate siempre de llevar a los demás la ayuda, el consuelo y todo alivio. Tengo el corazón siempre abierto a los sufrimientos de los demás y no cerraré mi corazón a sus sufrimientos, a pesar de que por eso, con sorna fui llamada basurero, es decir que cada uno tira su dolor a mi corazón; he contestado que todos tienen lugar en mi corazón, y a cambio yo lo tengo en el Corazón de Jesús. Las bromas referentes a las leyes de la caridad no estrecharán mi corazón. Mi alma es siempre sensible a este aspecto y sólo Jesús es mi estímulo para amar al prójimo.
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