Del Diario de Santa Faustina, 1038
Vi al Señor Jesús clavado en la cruz, entre grandes sufrimientos. Un silencioso gemido salía de su Corazón, un momento después dijo: "Deseo, deseo la salvación de las almas; ayúdame, hija Mía, a salvar las almas. Une tus sufrimientos a Mi Pasión y ofrécelos al Padre Celestial por los pecadores".
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