Del Diario de Santa Faustina, 66
¡Oh tesoro inagotable de la pureza de la intención que
haces perfectas y tan agradables a Dios todas nuestras acciones! Oh Jesús, Tú
sabes qué débil soy, por eso quédate siempre conmigo, guía mis acciones, todo
mi ser. Tú, mi mejor Maestro. De verdad, oh Jesús, me invade el miedo cuando
veo mi miseria, pero a la vez me tranquilizo viendo Tu misericordia insondable
que es más grande que mi miseria desde toda la eternidad. Y esta disposición de
ánimo me reviste de Tu poder. Oh gozo que se deriva del conocimiento de mí
misma. Oh verdad inmutable. Eterna es Tu firmeza.
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