Del Diario de Santa Faustina, 881
Hoy Jesús ha entrado
en mi pequeña habitación aislada, con una túnica clara, ceñido de un cinturón
de oro; una gran Majestad resplandecía de toda su silueta y dijo: "Hija
Mía, ¿por qué te dejas llevar por pensamiento de miedo? "Contesté: Oh Señor,
Tu sabes por qué. Y me dijo: ¿Por qué? Esta obra me asusta. Tú sabes que soy
incapaz de cumplirla. Y me dijo: "¿Por qué? Ves que no tengo salud, no
tengo instrucción, no tengo dinero, soy un abismo de miseria, tengo miedo de
tratar con la gente. Jesús, yo deseo solamente a Ti, Tú puedes liberarme de
esto. Y el Señor me dijo: "Hija Mía, lo que Me has dicho es verdad. Eres
muy miserable y a Mi Me ha agradado realizar la obra de la misericordia
precisamente a través de ti que eres la miseria misma. No tengas miedo, no te
dejaré sola. Haz por esta causa lo que puedas, yo completaré todo lo que te
falta; tú sabes lo que está en tu poder, hazlo." El Señor miró en lo
profundo de mi ser con gran benevolencia; pensé que iba a morir de gozo bajo
esta mirada. El Señor desapareció, se quedó en mi alma la alegría, la fuerza y
el ánimo para obrar, pero me sorprendí de que el Señor no quisiera liberarme, y
no cambiara nada.
