Diario de Santa Faustina, 1692
Te adoro, creador y
Señor, oculto en el santísimo sacramento. Te adoro por todas las obras de tus
manos, en las cuales se me revela tanta sabiduría, bondad y misericordia.
Oh Señor, has esparcido tanta belleza sobre la tierra y ella me habla de Tu belleza, aunque es sólo un pálido reflejo de Ti, belleza incomprensible. Y aunque Te has escondido y ocultado, y has ocultado Tu belleza, mi ojo, iluminado por la fe, llega hasta Ti y mi alma reconoce a su Creador, a su Bien supremo y mi corazón se sumerge completamente en una plegaria de adoración.
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