Diario de Santa Faustina, 130; 5
(…) No puedo seguir viviendo en dudas; aunque en el alma tenía una certeza tan grande de que esas cosas procedían de Dios que ofrecería mi vida por ellas, sin embargo por encima de todo eso puse la opinión del confesor y decidí comportarme de acuerdo con lo que él consideraría justo y según sus indicaciones. (…)
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