Diario de Santa Faustina, 129;1
Un día, una de las Madres se enojó tanto conmigo y me humilló tanto, que pensé que no lo soportaría. Me dijo: "Extravagante, histérica, visionaria, vete de mi habitación, no quiero conocerte". Todo lo que pudo cayó sobre mi cabeza. Al volver a la celda, me caí de cara al suelo delante de la cruz y miré a Jesús sin poder pronunciar ni una sola palabra. Y sin embargo ocultaba a los demás y disimulaba como si no hubiera pasado nada entre nosotras. (…)
No hay comentarios:
Publicar un comentario