Diario de Santa Faustina, 104; 1
Quiero decir también que, aunque mi alma ya estaba bajo los rayos de su amor, no obstante, las huellas del suplicio soportado quedaron en mi cuerpo dos días más. Solo Jesús sabe lo que sufrí. Comparado con la realidad, es pálido lo que he escrito. El recuerdo del martirio sufrido me da escalofríos. No hubiera creído que es posible sufrir tanto si yo misma no lo hubiera pasado. Es un sufrimiento totalmente espiritual. (…)
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