Diario de Santa Faustina, 233
Al acercarme a la rejilla sentí en el alma una facilidad tan grande para hablar de todo, que más tarde yo misma me extrañaba. Sus respuestas dieron a mi alma una tranquilidad muy profunda. Sus palabras fueron, son y quedarán para siempre unas columnas de fuego que iluminaron y seguirán iluminando mi alma en su aspiración a la máxima santidad.

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