Diario de Santa Faustina, 217; 2
(…) La pena de estar en el noviciado por última vez, estrechó mi corazón. Ya debo luchar con Jesús, trabajar con Jesús, sufrir con Jesús; en una palabra, vivir y morir con Jesús. La Maestra ya no seguirá mis pasos para instruirme, advertirme, amonestarme, alentarme o reprenderme. Sola, siento un extraño miedo. Oh Jesús, da algún remedio. Sí, tendré la Superiora, es verdad, pero desde ahora estaré más sola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario