Del Diario de Santa Faustina, 362 al 364
No necesito milagros: me sobra con los que hay
en la Escritura. —En cambio, me hace falta tu cumplimiento del deber, tu
correspondencia a la gracia.
Desilusionado. —Vienes alicaído.
¡Los hombres te acaban de dar una lección! —Creían que no los necesitabas, y
rezumaban ofrecimientos. La posibilidad de que tuvieran que ayudarte
económicamente —unas pesetillas miserables— convirtió la amistad en
indiferencia.
—Confía sólo en Dios y en quienes,
por El, están unidos a ti.
¡Ah, si te propusieras servir a Dios "seriamente", con el mismo empeño que pones en servir tu ambición, tus vanidades, tu sensualidad!...
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