Diario de Santa Faustina, 177; 4
(...) De repente Jesús desapareció. Sin embargo, todo el día mi espíritu estuvo sumergido en la sensible presencia de Dios, a pesar del ruido y de la conversación que suele haber después de los ejercicios espirituales. A mí eso no me molestó nada. Mi espíritu estaba en Dios, a pesar de que exteriormente yo tomaba parte en las conversaciones y hasta fui con una visita a Derby.
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