Diario de Santa Faustina, 177; 3
(…) Y Jesús volvió a decir muy amablemente: "Hija Mía, habla a los sacerdotes de esta inconcebible misericordia Mía. Me queman las llamas de la misericordia, las quiero derramar sobre las almas, y las almas no quieren creer en Mi bondad".
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