Del Diario Santa Faustina 881
14/1/1937. Hoy Jesús
ha entrado en mi pequeña habitación aislada, con una túnica clara, ceñido de un
cinturón de oro; una gran Majestad resplandecía de toda su silueta y dijo:
"Hija Mía, ¿por qué te dejas llevar por pensamiento de miedo? "Contesté:
Oh Señor, Tu sabes por qué. Y me dijo: ¿Por qué? Esta obra me asusta. Tú sabes
que soy incapaz de cumplirla. Y me dijo: "¿Por qué? Ves que no tengo
salud, no tengo instrucción, no tengo dinero, soy un abismo de miseria, tengo
miedo de tratar con la gente. Jesús, yo deseo solamente a Ti, Tú puedes
liberarme de esto. Y el Señor me dijo: "Hija Mía, lo que Me has dicho es
verdad. Eres muy miserable y a Mi Me ha agradado realizar la obra de la
misericordia precisamente a través de ti que eres la miseria misma. No tengas
miedo, no te dejaré sola. Haz por esta causa lo que puedas, yo completaré todo
lo que te falta; tú sabes lo que está en tu poder, hazlo." El Señor miró
en lo profundo de mi ser con gran benevolencia; pensé que iba a morir de gozo
bajo esta mirada. El Señor desapareció, se quedó en mi alma la alegría, la
fuerza y el ánimo para obrar, pero me sorprendí de que el Señor no quisiera
liberarme, y no cambiara nada.
