Diario de Santa Faustina, 228; 3
(…) Pronunciando los votos perpetuos no me vuelvo en absoluto una religiosa perfecta, no, no. Sigo siendo una pequeña y débil novicia de Jesús y trataré de alcanzar la perfección como en los primeros días del noviciado, procurando tener la disposición del alma que tenía en el primer día, en que se abrió para mí la puerta del convento. (…)