Del Diario de Santa
Faustina, 1312
Hoy Jesús vino a la puerta bajo la apariencia de un joven pobre. Un
joven macilento, en harapos, descalzo y con la cabeza descubierta, estaba
pasmado de frio porque hacia un día lluvioso y frío. Pidió algo de comer
caliente. Pero cuando fui a la cocina no encontré nada para los pobres; sin
embargo tras buscar un rato encontré un poco de sopa que calenté y puse un poco
de pan desmigajado. Se lo di al pobre que lo
comió. En el momento en que le retiraba el vaso, me hizo saber que era el Señor
del cielo y de la tierra. En cuanto lo vi tal como es, desapareció de mis ojos.
Cuando entré en la casa pensando en lo que había sucedido en la puerta, oí
estas palabras en el alma: Hija Mía, han llegado a Mis oídos las bendiciones de
los pobres que alejándose de la puerta Me bendicen y Me ha agradado esta
misericordia tuya dentro de los límites de la obediencia y por eso he bajado
del trono para gustar el fruto de tu misericordia