Diario de Santa Faustina, 101; 2
(…) Cesan todas las tentaciones externas, calla todo lo que la rodea, como un moribundo, pierde la percepción de lo que tiene alrededor, toda su alma está recogida bajo el poder del justo y tres veces santo Dios. Rechazada por la eternidad. Este es el momento supremo y solamente Dios puede someter un alma a tal prueba, porque solo Él sabe que el alma es capaz de soportarla. (…)