Del Diario de Santa Faustina, 1810
¿Qué soy yo y quién eres Tú, oh Señor, Rey de la gloria eterna? Oh, corazón mío, ¿eres consciente de quién viene a ti hoy? Sí, lo sé, pero —extrañamente— no soy capaz de captarlo. Oh, si fuera solo un rey, pero es el Rey de reyes, el Señor de señores. Ante Él, todo poder y dominio tiemblan. Hoy viene a mi corazón. Pero lo oigo acercarse. Salgo a Su encuentro y lo invito. Cuando entró en la morada de mi corazón, este se llenó de tal reverencia que se desvaneció de miedo, cayendo a Sus pies. Jesús le da Su mano y le permite graciosamente tomar su lugar a Su lado. Él la tranquiliza, diciendo: Mira, he dejado Mi trono celestial para unirme contigo. Lo que ves es solo una parte minúscula, y ya tu alma se desvanece de amor. Cuán asombrado estará tu corazón cuando Me veas en toda Mi gloria.

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