Del Diario de Santa Faustina, 1619
Aumentaron mis sufrimientos físicos. Me uní más estrechamente al Salvador doliente pidiéndole misericordia para el mundo entero, desenfrenado en su maldad. Durante todo el día sentí el dolor de la corona de espinas.
Al acostarme no pude apoyar la cabeza en la almohada; sin embargo, a las diez los dolores cesaron y me dormí, pero al día siguiente me sentía agotada.
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