Del Diario de Santa Faustina, 153
“… Vi dos caminos; un
camino ancho, cubierto de arena y flores, lleno de alegría y de música y de
otros placeres. La gente iba por ese camino bailando y divirtiéndose, llegaba
al final sin advertir que ya era el final. Pero al final del camino había un precipicio
espantoso, es decir, el abismo infernal. Aquellas almas caían ciegamente en ese
abismo; a medida que llegaban, caían. Y eran tan numerosas que fue imposible
contarlas. Y vi también otro camino, o más bien un sendero, porque era estrecho
y cubierto de espinas y de piedras, y las personas que por él caminaban tenían
lágrimas en los ojos y sufrían distintos dolores. Algunas caían sobre las
piedras, pero en seguida se levantaban y seguían andando. Y al final del camino
había un jardín espléndido, lleno de todo tipo de felicidad y allí entraban
todas aquellas almas. En seguida, desde el primer momento olvidaban sus
sufrimientos”