Del diario de Santa Faustina, 288
Una vez, hablé con Jesús mucho tiempo de nuestras alumnas y animada por su bondad le pregunté si también entre nuestras alumnas tenía almas que eran un consuelo para su Corazón. Y el Señor me contestó que las tenía, pero su amor es débil, por eso las confío a tu cuidado especial; ruega por ellas. Oh Dios Inmenso, admiro Tu bondad. Tú eres el Señor de las huestes celestiales y Te humillas de ese modo hacia una miserable criatura. Oh, con que ardor deseo amarte con cada latido de mi corazón. No me basta toda la superficie de la tierra, el cielo es demasiado pequeño y el espacio celeste es nada. Únicamente Tu solo me bastas, Dios Eterno. Sólo Tú puedes llenar la profundidad de mi alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario