Del Diario de Santa Fautina, 654
Terminada la confesión medité la tremenda Pasión de Jesús
y comprendí que lo que yo sufría era nada en comparación con la Pasión del
Creador y que cada imperfección, hasta la más pequeña, había sido la causa de
aquella tremenda Pasión. Luego mi alma fue compenetrada por un gran
arrepentimiento y sólo entonces sentí que estaba en el mar insondable de la
misericordia de Dios.
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