Del Diario de Santa Faustina, 504,505
Tengo a un solo Confidente a quien revelo todo y lo es Jesús en la
Eucaristía y en substitución de Él, el confesor.
En todos los sufrimientos del alma o del cuerpo, en las tinieblas o en el
abandono me callaré como una paloma sin quejarme.
Me anonadaré en cada momento como una victima [postrándome] a sus pies para impetrar
misericordia por las pobres almas.
Toda mi nulidad se ahoga en el mar de Tu misericordia; con la confianza del
niño me arrojo entre Tus brazos, Padre de Misericordia, para compensarte de la
desconfianza de tantas almas que tienen miedo de confiar en Ti. Oh, qué pequeño
es el número de almas que Te conocen verdaderamente. Oh, cómo deseo que la Fiesta
de la Misericordia sea conocida por las almas. La misericordia es la corona de Tus obras; Tú dispones todo con el cariño de la madre más tierna.
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