Del Diario de Santa Faustina, 837
Por las tardes ponen el radio; así que, me hace falta el silencio. Hasta mediodía no cesan las conversaciones y el ruido. Dios mío, esperaba el silencio para poder hablar solamente con el Señor y aquí es todo lo contrario. Sin embargo, ahora no me molesta nada, ni las conversaciones ni el radio. En una palabra, nada. La gracia de Dios ha hecho que cuando rezo ni siquiera me doy cuenta dónde estoy, sé solamente que mi alma está unida al Señor y así me pasan los días en este hospital.
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