Diario de Santa Faustina, 145; 12
(…) El alma que reflexiona recibe mucha luz. El alma disipada se expone a sí misma a la caída, y que no se sorprenda si cae. Oh Espíritu Divino, Guía del alma, es sabio aquel a quien Tú adiestras. Pero, para que el Espíritu Divino pueda obrar en el alma se necesita silencio y recogimiento.
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