Diario de Santa Faustina, 133; 2
(…) Reconocí que tenía plenamente razón, porque yo soy miserable, sin embargo confío en la misericordia de Dios. Cuando me encontré con el Señor, me humillé y dije: "Jesús, según dicen, ¿Tú no tratas con las personas miserables?" "Quédate tranquila, hija Mía, precisamente a través de tal miseria quiero mostrar el poder de Mi misericordia". Entendí que la Madre quiso solamente humillarme.
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