Diario de Santa Faustina, 112; 6
(…) La segunda cosa es que el confesor no permite expresarse sinceramente, manifiesta la impaciencia. El alma entonces se calla y no dice todo y por lo tanto no saca provecho; y tanto menos saca provecho, cuando sucede que el confesor empieza a someter al alma a pruebas, y sin conocerla, en vez de ayudarle, le hace daño. Y eso porque ella sabe que el confesor no la conoce, dado que no le ha permitido revelarse completamente.
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